lunes, 14 de febrero de 2011

CALIDAD UNIVERSITARIA

CALIDAD UNIVERSITARIA
Perú
Hugo Javier Amorós Terrones
Magister Universitario
I.E.E.  “Antonio Guillermo Urrelo”

En nuestro contexto actual encontramos muchas conceptualizaciones sobre Calidad Universitaria. Por un lado encontramos que Calidad Universitaria son "Todas las características de la Universidad que la hacen apta para satisfacer las necesidades de la Sociedad en términos de Formación, Investigación y Proyección Social, incluyendo la calidad de las carreras y la calidad de las áreas administrativas". (UNI-Perú)
Para definir calidad en éste ámbito, hay que remitirse a los diferentes enfoques teóricos (George, 1992; Astín, 1985 en Buendía y García, 2001):
 a) La calidad como prestigio, hace referencia a la reputación académica de las instituciones educativas,
b) calidad en función de los recursos, considerando instituciones universitarias de calidad aquellas que cuentan con recursos y medios superiores a los habituales,
c) calidad como resultado; desde este enfoque una institución universitaria es exitosa en función del éxito de sus egresados,
d) calidad como cambio (valor añadido), en este enfoque el valor está dado a la incidencia de la institución sobre el cambio de conducta de los alumnos, de esta forma una institución con estas características es una institución de calidad,
e) Desde este enfoque la calidad de las instituciones universitarias es valorada en función de lo que se enseña en ellas, de su nivel docente, de su currículum, de su sistema pedagógico y del clima institucional.
No obstante como señala Mora (1991: 35) en Buendía y García (2001) “no se ha resuelto el problema del enfoque óptimo de la calidad, la búsqueda de la calidad a través de medidas como las indicadas tiene poco que ver con la mejora del sistema como un todo y con la calidad del programa educativo. Sin embargo, todas ellas juntas, debidamente ponderadas, sí deben dar una cierta idea de la calidad de una institución”.
En este sentido, afirma Tejedor (1997: 413): “parece obvio que una institución universitaria sólo puede alcanzar un razonable nivel de calidad cuando los elementos humanos, financieros y físicos, la enseñanza y la investigación, la organización y la dirección, sean los apropiados para los fines que la institución persigue”.
Según Buendía y García (2001), de alguna manera todos participan en considerar, una institución universitaria de calidad cuando es pertinente, eficiente y eficaz.
La pertinencia podría definirse como la congruencia entre las expectativas del contexto y la oferta institucional (dimensión externa) y la congruencia entre la plataforma teleológica de la institución y los recursos y procedimientos que se arbitren para la consecución de aquellos (Villarroel, 1999).
La eficiencia se puede definir (Cohen y Franco, 1992) como una optimización de los recursos en el logro de las metas.
La eficacia se refiere a la consecución de los objetivos y metas. Sin embargo como señala Villarroel (1999) cierta bibliografía especializada (Cohen y Franco, 1992) suelen diferenciar entre efectividad y eficacia. La primera abarcaría el logro de objetivos y metas en el ámbito institucional. La eficacia aludiría más bien a la repercusión que logra la institución con sus productos.
Si así se considera la calidad universitaria, la evaluación institucional estaría dirigida a evaluar la pertinencia, eficiencia y eficacia de dicha institución.
La mayoría de los autores entienden que la evaluación de la calidad de una universidad sólo es posible hacerla globalmente, atendiendo a dichos conceptos y recogiendo tanto los inputs, los outputs y sobre todo los procesos que en ella se desarrollan (Buendía y García, 2001).
El proceso para dicha evaluación, tal y como se está llevando a cabo en Europa, se articula en dos grandes fases: Autoevaluación y Evaluación externa. De esta manera el proceso es regulado por la propia institución y a su vez la revisión interna adquiere credibilidad cuando es contrastada por agentes externos.
En este sentid, la evaluación institucional permite dar respuesta, en principio, a dos tipos de requerimientos: por una parte, es un instrumento básico para la mejora interna de los niveles de calidad de la universidad; por otro lado, facilita la rendición de cuentas y el análisis de la adecuación de los servicios que prestan las universidades a las necesidades y demandas de la sociedad (Jofre y Vilalta, 1998 en Buendía y García, 2001).
Según Vistremundo Aguila Cabrera Director de Postgrado  del Ministerio de Educación Superior de Cuba nos dice: El concepto de la Calidad en la Educación Universitaria, es la clave para el logro de la competitividad instituciónal. A su vez nos dice que un primer aspecto a tener en cuenta es que la calidad no puede considerarse si no es refiriéndola a la evaluación externa y acreditación. Esto chocó de inicio con una resistencia provocada en parte por no existir una tradición de rendición de cuentas ante la sociedad de parte de las instituciones universitarias, y se manifiesta en la poca experiencia en relación con la elaboración de las políticas y prácticas de la evaluación.
En fin se ha acumulado una experiencia en la aplicación de sistemas de evaluación y acreditación, que va conformando la idea de que la evaluación es necesaria y beneficiosa a la gestión de la universidad, lo que demuestra que se ha comenzado a vencer la resistencia que se oponía a esta actividad.
La discusión alrededor de la evaluación de la calidad de programas e instituciones universitarios ha pasado a planos superiores, ya no gira alrededor de si es necesaria y conveniente realizarla, sino ante todo, se relacionan con la búsqueda del cómo resulta más efectiva.
Ello ha sido provocado por las enormes presiones que provocan sobre las instituciones universitarias los fenómenos surgidos como consecuencia de la globalización, la que en primer lugar ha provocado que la universidad se vea obligada a participar en la carrera por la subsistencia, en la cual un factor de extrema importancia para mantenerse y ganarla es ser competitivo, y esto básicamente consiste, en primer lugar, en poseer calidad y en segundo, que esta sea reconocida a partir de que esté acreditada.
Para desarrollar un proceso de evaluación y acreditación de la calidad universitaria, no basta con una definición filosófica o académica de dicho concepto, es necesario definir un concepto de calidad con determinadas características que le permitan:
Ser operacional, es decir poder traducirse en elementos fácilmente manejables dentro de una guía, modelo o procedimiento de evaluación.
Que abarque de una u otra forma las funciones sustantivas de la universidad
Que lleve implícito el concepto de apreciación o evaluación.
Que esté ligado a la pertinencia social.
Finalmente otros autores entienden como calidad universitaria:
A los insumos, procesos, productos y resultados que la hacen distinguirse e implica además un proceso de mejoramiento continuo acorde con el propósito de la educación. Sin embargo para el estado, calidad universitaria puede significar cuantos estudiantes terminan sus estudios, en que tiempo y a que costo. Para los empleadores este término podría referirse a los conocimientos, habilidades y actitudes obtenidas durante el periodo de estudio, para los estudiantes este concepto podría estar conectado con la contribución que ellos reciben para su desarrollo individual y la preparación para una posición en la sociedad y para los docentes podría significar buena capacitación académica, buena transferencia de conocimientos en un ambiente de buen aprendizaje y buenas relaciones entre la enseñanza y la investigación.
¿Por qué mejorar la Calidad Universitaria?
Por muchos años al amparo de una mal interpretada autonomía universitaria, muchas universidades no han estado cumpliendo los fines para los que fueron creados, y no rendían cuentas ante nadie.
En este nuevo contexto, las universidades tienen que rendir cuentas a la sociedad (accountability) y lo hacen a través de mecanismos como la evaluación externa y la acreditación.
El concepto anterior es más claro, si se tiene en cuenta, que es justamente la sociedad quién financia las actividades de las Universidades públicas.
Porque los países ya han comprendido que para mejorar la calidad de vida de sus habitantes es necesario contar con buenas empresas de manufactura y de servicios, que esto se logra con buenos profesionales, y esto último demanda de universidades de excelencia.
En un principio diríamos que el mundo cambiante (tanto tecnológicamente como del conocimiento), exige –ya no pide- exige profesionales muchos más competentes para el mercado laboral, este mundo laboral, donde el mundo está divido en info-ricos (quienes conocen, dominan y superan el uso de las tecnologías, quienes están a la vanguardia de los cambios del conocimiento –la era del conocimiento-) y los  info-pobres quienes son lo contrario a lo anterior. Estos profesionales – INFO RICOS- son lo que busca el mercado laboral, caso contrario solamente saldrían a formar parte del mundo de desempleados. Este cambio haría que nuestros egresados tengan mucho más oportunidades de trabajo, tanto nacional como internacional (por ser reconocidas de prestigio en el extranjero).
El movimiento actual en pro de la elevación de los niveles de calidad de la Educación superior propone, en primer lugar, un esfuerzo clarificador del concepto de calidad y sus implicaciones. La primera aproximación específica a la calidad educativa, además de la permanente y tradicional referencia a una "buena educación", a un "buen plan de estudios" o a una " Buena Universidad", corresponde históricamente al periodo de euforia planificadora y desarrollista, centrado en la década de los años sesenta y el concepto es utilizado sin claras connotaciones teóricas.
La calidad se atribuye a la acción de los factores cualitativos, es decir, aquellos elementos que no pueden expresarse cuantitativamente, o presentan serias dificultades a la cuantificación. Estos elementos están relacionados fundamentalmente con los procesos que determinan la llamada Eficacia Interna del Sistema o Calidad de la Educación (Diez Hochleitner, 1969; Beeby, 1970).
Recientemente, y en relación con este tema, la calidad como eficacia interna de los sistemas e instituciones de educación universitaria aparece como reacción a la insuficiencia de los indicadores cuantitativos de eficacia y productividad, y se vincula con las características, consideradas cualitativas, de los procesos y productos de la Universidad. Sin embargo, actualmente la educación superior no sólo preocupa a los participantes en el proceso educativo (profesores, alumnos, investigadores y rectores universitarios) y, a los gobiernos y sus agencias, sino también a los empresarios y empleadores que consideran a las instituciones universitarias como centros de capacitación de profesionales de alto nivel y de producción de conocimiento y tecnología esenciales para mantener el ritmo de desarrollo económico. Por esto, se ponen de manifiesto nuevas vinculaciones de la calidad universitaria con factores de costo-efectividad y costo-beneficio.
A pesar de la gran masa de literatura sobre calidad de la educación en la perspectiva de la gestión (control de calidad, auditoría, valoración, políticas  y asignación de fondos, públicos, entre otros.), el concepto de calidad ha quedado en la penumbra. Partiendo de esto, Harvey y Green (1993), analizan cinco diferentes concepciones de calidad y su relevancia para la educación superior. Tales como:
- fenómeno excepcional.
- logro de un propósito.
- perfección o coherencia.
- relación valor- costo.
- transformación (cambio cualitativo).
El esfuerzo de mejoramiento se debe dar en busca de una educación integral como proceso que asegure la adquisición de conocimientos significativos, y el desarrollo de capacidades que permitan al estudiante universitario concebirse como inmerso en una realidad social de la que es parte activa y, frente a la cual se desempeña no sólo como experto del conocimiento en un ámbito específico, sino como ciudadano competente.
1.    La diversificación: la universidad deberá flexibilizar sus estructuras académicas y métodos de enseñanza, además, evolucionar hacia la integración de un sistema nacional de educación superior universitaria. La educación superior como sistema debe ser un centro de educación permanente para la formación, actualización y el reentrenamiento.
2.    Innovación: el paradigma de la educación superior actual responde a la sociedad industrial, que está en proceso de profunda mutación, pero que aún no da paso a la sociedad postmoderna, que Alvin Toffler (1994), denomina "la sociedad del conocimiento", otros autores se refieren en este sentido a "la sociedad de la información". La innovación implica un sistema de educación superior al servicio de la imaginación y de la creatividad, lo cual representa promover la transformación curricular y en los métodos de enseñanza - aprendizaje.
3.    Demanda de mercado: respecto de la relevancia y competividad de los graduados. La relación con el mercado de trabajo se basa en la naturaleza cambiante de los empleos, que demandan conocimientos y destrezas en constante renovación y evolución. Se requiere un sistema de educación superior lo suficientemente flexible para hacer frente a un mercado de trabajo rápidamente cambiante. El documento de UNESCO sostiene, "nos encontramos en una época en que ya no se puede aplicar más la ecuación ‘título = trabajo’, se espera que la educación superior produzca egresados que no sólo puedan ser buscadores de trabajo, sino también empresarios de éxito y creadores de empleo".
4.    La calidad universitaria global, está también reflejada en Los rankings R. Chino 2010 (500): 1. Harvard, 6 brasileñas, 2 chilenas y 1 argentina y ¿Dónde están las Universidades Peruanas?


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